‘No hay prisa cuando el sol se va, no hay nada que pueda molestar’
- ‘Cuando el sol se va’, Lágrimas de sangre
de un cuerpo a otro, pero siempre eres el mismo, el que me da paz, el que me deja dormir sin pesadillas y vivir sin ansiedad, el que me quiere libre pero siempre ofreciéndole la mano. Siempre eres tu, cambiando de cuerpo. Siempre soy yo, en el mismo. Siempre nosotros, juntos.
I pray to gods unknown
I tell them my truest name and form
I speak them my mind, my body
How my hands are worn
I spit them the blood I once bore
I hear the green talking back to me
The answer of the forest
Only for my eyes to see
Unyielding voices of the dark
Searching for my aching bones
My chest open like a wound
Legs unmoving, hands closed
I hear my name in the rustling leaves
An ancient tongue I will never speak
Unforgiving deities reclaim my life
I am to be one with the nature
That's their last command
-V/2021
Odio cada lagrima fragmentada y garganta rasposa. Lloro, de mi obsoleta existencia, el colapso es mi obra eterna, y este cuerpo lastimado el regalo que menos cuide. Entre lagrimas, olvido, basura, fuego, inexistencia y vacio, oscuro, rotundo, enorme vacio. Elijo seguir colapsando, arrastrandome por el panteón efimero de mis recuerdos, y continuar rompiendo los ya desarmados restos de un hombre consumido.
‘Quiéreme y me querré. Quiérete y te querré. Querámonos y nos tendremos.’ Con esa frase me quedé después de haber estado contigo, y eso que en toda la tarde no hicimos nada especial. Fuimos a la playa, me contaste lo que habías hecho aquella semana, yo te expliqué alguna que otra anécdota sobre mi clase de francés... Fuimos a ver el atardecer en la punta más alejada del espigón, y cogidos de la mano, sentados bien juntos en uno de los escollos, canturreabas las canciones que ibas poniendo mientras el sol pasaba a iluminar otra parte de la Tierra. Pocas veces con tan poco he sentido tanto. Me dio la sensación de que contigo vivo en un bucle permanente de una canción de Extremoduro. Nunca le había tenido tanto aprecio a la repetición. Y nunca la repetición me había parecido tan variable.
Casa Vicens, Barcelona
Tú sentado en la arena. Yo estirada, con la cabeza encima de tu pierna. La música sonando. Tú canturreando. Las olas rompiendo en la orilla. Yo escuchándote. El sol yéndose tras las montañas. Nosotros compartiendo un cigarro una tarde cualquiera del domingo más importante de mi vida contigo.
Como el napalm, mi amor, combustión rápida y larga durabilidad...